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199708
Augusto 1997
mateo 20:1-6

Juan, apodado Crisóstomo, "boca de oro", vivió algunos años como eremita antes de ser ordenado sacerdote y después obispo de Constantinopla, a finales del siglo IV. En una meditación para la fiesta de Pascua, invita a todo el pueblo a la alegría, tomando las palabras del Evangelio:

"El que vive su fe y ama al Señor, ‚que venga para participar en esta fiesta! El servidor fiel, que entre alegremente en la alegría de su maestro. El que ha llevado el peso del ayuno, que venga a recibir ahora su recompensa.

Quien ha trabajado desde la primera hora recibirá hoy un salario justo; el que ha venido a la hora tercia se alegrará en la acción de gracias; el que llega solamente a la hora sexta puede acercarse sin miedo: él no será abandonado; si alguien llega a la hora de nona, podrá venir sin duda ninguna; el obrero de la hora undécima no sufrirá por su retraso.

Pues, el Señor es generoso: recibe al ùltimo como al primero; concede descanso al obrero de la hora undécima como al que, desde el alba, se ha puesto a trabajar. Es misericordioso con el ùltimo y colma al primero; da a uno, sin olvidar al otro, no mira solamente las obras sino que conoce la intención...

Que nadie llore por su pobreza: el Reino está abierto para todos; que nadie deplore sus pecados: el perdón se ha levantado del sepulcro; que nadie tema la muerte: la muerte del Señor nos ha hecho libres; les ha derribado cuando la muerte le tenía encadenado."

¿Cómo podemos entrar en esta alegría y saber que nada de nuestra vida está excluído de la alegría de la Resurrección?

¿En qué situación necesito recordar este perdón y esta liberación?